EL PAÍS, 14-9-2011
El Panorama de la Educación 2011 de la
OCDE ha venido a recordar dos cuestiones importantes. A todos y cada uno de los
participantes, que la educación es decisiva para los individuos en términos de
empleabilidad u oportunidades de empleo, de ingresos y de satisfacción en el
trabajo, así como para los estados a la hora de recaudar impuestos, y que las
ventajas asociadas a ella (y las desventajas asociadas a su falta) no dejan de
aumentar. A España, que la estructura de nuestro sistema educativo, sobre todo
por el elevado nivel de abandono escolar prematuro, nos sitúa en inferioridad
de condiciones ante los desafíos de la sociedad del conocimiento y la
competencia de países mejor equipados, que no son ya sólo los países que
protagonizaron la primera y la segunda revoluciones industriales sino también
los emergentes que están medrando en la tercera que apenas se inicia (por si no
bastaba el indicador de nuestro desempleo). En la economía del conocimiento los
individuos compiten entre sí y con las máquinas por medio de su cualificación,
y los países lo hacen por medio de la cualificación de su fuerza colectiva de
trabajo. Y en el capitalismo, que está aquí para quedarse, las crisis, aparte
de sus tremendos costes personales y sociales, no son sino episodios intensivos
de esa destrucción creativa por la que las viejas formas de trabajar y producir
son sustituidas por nuevas. Por eso, si la educación es importante, aún lo es
más para la transición a cada nueva época pergeñada por tales crisis. Por eso,
en fin, las sociedades se ven obligadas a esforzarse en el ámbito educativo
-que no es sólo escolar- justamente cuando más difícil les resulta hacerlo. De
ahí la importancia de aumentar, mantener o reducir lo menos posible la
inversión en educación, un truísmo que parecen olvidar ahora algunas
administraciones autonómicas, quizá tentadas por la oportunidad de debilitar la
escuela pública en beneficio de una escuela privada en parte más afín
ideológicamente. Pero de nada sirve mantener abierto el grifo de los recursos a
la vez que el desagüe, y lo digo por quienes reclaman una porción creciente de
esos recursos para jubilaciones anticipadas, jornadas matinales, reducciones de
horario lectivo sin contrapartidas, etc., a la vez que se resisten a cualquier
forma de control, evaluación o rendición de cuentas. El MEC dice que somos los
que más hemos mejorado junto con Corea. La diferencia es que Corea, que empezó
peor, está en cabeza y no descansa. La crisis que vivimos requiere menos
retórica y más esfuerzo de todos, algo difícil en el mundo educativo, donde los
intereses se disfrazan de retórica con tanta facilidad, pero de lo que depende
nuestro futuro. Y perdón por este final tan trivial pero tan obvio.
MARIANO FERNÁNDEZ ENGUITA es catedrático de Sociología de la Universidad Complutense
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