En su blog "Traducción inversa", acogido en las páginas de PÚBLICO, el escritor Joan Gari reflexiona con concisión y claridad -al hilo de unas declaraciones del exministro Maravall publicadas aquí hace unos días- sobre la enseñanza concertada y su papel en la España de hoy.
Estamos de acuerdo con Gari en que el "gran debate que se avecina" tendrá a la enseñanza concertada como protagonista. A algunos nos parece meridianamente claro que el lugar parasitario que ocupa esta enseñanza -sean cuales sedan los motivos históricos que lo hicieron posible y las razones ideológicas y sociales que lo mantienen allí- es un lugar cuyos fundamentos son la exclusión social y el clientelismo político y religioso. Financiar con fondos públicos unos centros de titularidad privada no solo supone un escándalo económico sino un desafuero democrático, por más que se oculte bajo el disfraz de la "libertad de enseñanza".
PÚBLICO, 28-9-2011
Estamos de acuerdo con Gari en que el "gran debate que se avecina" tendrá a la enseñanza concertada como protagonista. A algunos nos parece meridianamente claro que el lugar parasitario que ocupa esta enseñanza -sean cuales sedan los motivos históricos que lo hicieron posible y las razones ideológicas y sociales que lo mantienen allí- es un lugar cuyos fundamentos son la exclusión social y el clientelismo político y religioso. Financiar con fondos públicos unos centros de titularidad privada no solo supone un escándalo económico sino un desafuero democrático, por más que se oculte bajo el disfraz de la "libertad de enseñanza".
PÚBLICO, 28-9-2011
Muy mal tienen que estar las cosas para que hasta José María Maravall abogue por la desaparición de los centros privados concertados. Maravall es el artífice de la LODE, que consolidó en España este tipo de colegios, aunque sometidos a unas condiciones (no seleccionar alumnos, no exigir a los padres pagos extra) que, obviamente, no cumplen. Es por eso que el exministro socialista piensa ahora en voz alta que sólo debería haber centros públicos y privados puros.
A estas alturas, parece evidente que no se puede pretender suprimir la iniciativa privada en ciertos ámbitos. El fracaso histórico del comunismo de tipo soviético (y “fracaso” aquí no es una opinión: es un hecho) se debió precisamente a la ilusoria creencia de que la gente trabajaría con igual ímpetu para el Estado que en favor de su propio beneficio. Pero si lo público tiene un sentido, incluso en sociedades sometidas a las reglas del capitalismo, es precisamente en la Educación o la Sanidad. Es completamente ilógico que los valores que debe compartir la ciudadanía de un estado democrático –los valores que se enseñan en la escuela- se vean sometidos al albur de morales privadas de iglesias, sectas u otros grupúsculos informados por creencias particulares.
La gran batalla que se avecina es esa. Y esos padres que llevaron a sus hijos a la escuela concertada para evitar a los inmigrantes en las aulas, o a los discapacitados o simplemente a los pobres se van a encontrar ahora con que sus hijos salen de ella como perfectos individuos asociales. ¿Era eso lo que pretendían?
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