LA CONFIANZA
La Sra. Esperanza Aguirre dice confiar en los profesores, pero miles de ellos –no voy a emplear la palabra “mayoría” con la frivolidad tendenciosa con que lo hacen los políticos de cualquier pelaje- no tienen la menor confianza en ella ni en su Consejera de Educación. Años de gobierno en la Comunidad de Madrid les han enseñado que su política no pretende sino el arrinconamiento progresivo de la enseñanza pública, mediante el descrédito continuo de su labor educativa y social, y el apoyo descarado a la enseñanza privada y concertada, sin duda más fieles intérpretes, salvo en su minoritario sector laico, de su ideario católico-neoliberal. Eso sí, hay que agradecerles a ambas que nos mantengan entretenidos con la zanahoria del Programa de Bilingüismo – algún día habrá que analizar si ese elixir mágico no tiene más ingrediente que el agua de borrajas- y otros juegos de salón, mientras agreden continuamente a millones de familias desfavorecidas con el palo de sus recortes, que se destinan de manera obscena a compensaciones fiscales a las familias más favorecidas.
Lo que resulta indignante –espero que no se confunda esa legítima indignación con ninguna toma de la Bastilla- no es el tono provocador y lenguaraz de las declaraciones de la Sra. Aguirre, propio de su casticismo populista tan isabelino, sino el afán demagógico de utilizar el horario de los profesores para tapar las vergüenzas de su política. Afirmar que “la mayoría de las personas trabaja más de 20 horas” no solo oculta impúdicamente que TODOS los profesores trabajan muchas horas más, en condiciones a veces difíciles y penosas, sino que pretende arteramente enajenarnos el apoyo de las familias, cuyos intereses defendemos al tiempo que los nuestros. No luchamos en definitiva por dos malditas horas de más o de menos, sino para que nuestro trabajo se haga en condiciones dignas y equitativas –muchos de nuestros alumnos sufren una situación de desventaja económica, social y cultural, que casi nadie parece reconocer y que muchas veces se achaca hipócritamente a la misma enseñanza pública y al “deficiente” trabajo de los profesores- y para que no se mande a la calle a centenares de compañeros interinos que además ni siquiera podrán tener la triste condición de “despedidos”, ya que solo serán víctimas incruentas de una “no renovación de contrato”, en el injustificable lenguaje eufemístico de la consejera Figar. Eso sin contar con los miles de profesores no asignados o desplazados. ¡Qué vergüenza!
¿Cómo se puede confiar en quien trata de humillarnos y de reducirnos a una vulgar tropa de vagos y maleantes? ¿Cómo se puede confiar en quienes aprovechan la “crisis” –que no hemos originado los profesores y que también sufrimos en carne propia- para acabar con los servicios públicos esenciales? ¿Cómo se puede confiar en quienes han hecho de los “funcionarios públicos” las cabezas de turco de una “crisis” creada y fomentada por unas políticas insostenibles fruto de la especulación y la codicia? Sencillamente, no se puede.
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