Francisco Robles publicó hace un par de años en la Editorial Toro Mítico. Es un libro inquietante, por lo que cuenta y por lo que permite pronosticar. Relata la historia de cómo la izquierda decidió “envolver a buena parte de la juventud en un apacible letargo” y utilizar la excusa de la superación de la dictadura franquista para imponer un totalitarismo democrático que gira, como todos los demás totalitarismos, en torno a la educación, en este caso “la morralla pedagógica inventada por los que no habían cogido una tiza en su vida” pero sí sabían cómo fomentar la irresponsabilidad y arrasar con normas, códigos y catecismos.
Francisco Robles denuncia sus mentiras sectarias, su intolerancia agresiva contra los que no obedecen y no callan, y su resultado letal, muy particularmente padecido por aquellos a los que siempre presumen de ayudar: los más pobres. Pero si la historia es triste o indignante, la moraleja es desoladora. En efecto, aunque hayan perdido las últimas elecciones municipales y autonómicas, y puedan perder las próximas generales, alguna vez los socialistas volverán a ganar, y lógicamente intentarán promover su agenda colectivista, en especial en la educación, desacreditando el esfuerzo, el estudio y el aprendizaje, sometiendo al individuo a la superioridad del grupo, y confundiendo “la inocencia con el infantilismo, la libertad con el capricho y la espontaneidad con la desinhibición”.
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