Este no es un blog de ninguna plataforma por la enseñanza pública ni de ningún colectivo movilizado en su defensa, sino una iniciativa personal para reunir información sobre la situación que la enseñanza pública tiene en España y en el mundo, y para reflexionar sobre su pasado, su presente y su futuro. Pienso que si le sirve a uno para acercarse, aunque solo sea mínimamente, a ambos objetivos, quizá otros puedan encontrar en este blog un espacio útil o al menos no completamente innecesario. Ha nacido al calor de las movilizaciones del curso 2011-2012, pero con voluntad de supervivencia. La misma que anima a la enseñanza pública.

sábado, 10 de diciembre de 2011

BLANCA ÁLVAREZ: "LENTEJAS"

LA VERDAD (MURCIA), 8-12-2011

Este era un país que tenía una enorme olla de lentejas. Durante años, y con el silencioso sacrificio de unos ciudadanos pacientes, valientes y con memoria de vencidos, habían ido rellenando la olla con sabrosas lentejas. Trabajaron duro para llevar a sus hijos a la Universidad; los hijos se jugaron el tipo frente a los grises, intolerantes y otras hierbas. No fue fácil, pero habían logrado una suculenta olla de lentejas. Llegaron los malos tiempos, esos que siempre llegan a lomos de los mismos caballos y casi con los mismos jinetes; entonces, con el cinturón apretado en el último agujero, asomaron sus morros a la olla. ¡Estaba vacía!

Los dueños de la olla comenzaron a recortar: ¿Sanidad? ¡Que se mueran! ¿Educación? ¡Qué se han creído! ¿Ayudas sociales? ¡Que se lo curren! ¿Quién vació la olla? Pues esto, como en un cuento sin culpables, se fue haciendo «cucharada a cucharadita». Metieron mano en la olla el ejecutivo y la cuñada; el Millet y sus secuaces; el político y el yernísimo; el diputado y la consorte; el directivo de caja y el obispo; el administrador y los hijos; la duquesa y la nuera; el Teddy y los compadres… ¡Todos metieron cuchara! La olla quedó reseca de lentejas y ahora, con la cuchara aún humeando ante nuestras narices, nos ponen a dieta de agua y resignación. Solo con la devolución de lo robado, la olla regresaría a su antiguo esplendor. Y, según el catecismo: «No existe perdón sin reparación». Que lo sepan.

¿De dónde sacan la autoridad moral necesaria para ponernos a régimen? Ninguno de los poderes y poderosos de este país -puede que de ninguno-, gozan de la menor autoridad moral para imponernos la tijera puesto que ellos, o sus conocidos, o sus mentores, o sus yernos, o sus amigos, o sus consortes, han esquilmado el patrimonio de todos. A la par, ladinamente, preparan un futuro donde nuestros hijos habrán de tener un perfil Carcaño. La definición dada por psicólogos del confeso asesino de Marta (egocéntrico, primario, egoísta, sin pararse a pensar en las consecuencias…), es, en realidad, un plan largamente programado y puesto en marcha de manera brutal, sin máscara caritativa y ya sin el antiguo miedo a que los parias miren al otro lado del Telón de Acero.

Mientras aquellos de nuestros preparadísimos hijos con más suerte emigran para hacer más ricos a otros países, Alemania se lleva la palma; aquí, con un grandonismo de elefante ciego, cerramos centros de investigación punteros y envidiados por otros; nos cargamos la educación general y la convertimos en un lugar donde se vomitan clones de Carcaño con alarmante profusión; arruinamos la sanidad envidiada. Y, claro, arrojamos la cultura a las cloacas. O sea, nos cargamos la auténtica riqueza, la más difícil de lograr a esa que más años le cuesta asentarse, con una frivolidad indigna. Eso sí, nos roban y aún nos muestran el resto de la lentejas por entre la comisura de sus afilados colmillos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario